Sumergido



18/02/95

I
Sumergido en la escultura y la poesía,
sumergido en la penumbra del ocaso,
sin amores lentamente y paso a paso
sobre el llanto de mi lecho fallecía
sin creer que mis brazos tomarían
oportunos y sublimes un pedazo
de la muerte del sentir más de un rechazo
que lejanos corazones me ofrecían.

II
Mal herido y abrumado todavía,
mal herido por acciones del pasado,
el amor hacia mi vida habían cerrado
los errores que a menudo cometía
al creer que felices sí me hacían
personajes que sin duda habían buscado
del amor que sincero había brindado
una muestra de celosa picardía.

III
Falleciendo todo el alma que tenía,
falleciendo lentamente en mil pedazos,
una joven rescataba con su lazo
a la sombra del querer que transmitía
que más nada en este mundo salvaría
al amor que de mi pecho asesinado
fue fundido y previamente abandonado
por lamentos que en su adiós desvanecía.

IV
Sobre nubes de un otoño que existía
había nacido como magia de un milagro
una joven de la tarde que declaro
que en silencio aquella noche descubría
como gota de la fuente de la vida
que encendió rápidamente entre mis manos
la sorpresa de sentirme enamorado
de la dama que una noche conocía.

V
Pasaban sin contar sólo dos días
y al tercero no observé que había pasado;
sólo entero me sentía enamorado
y pensando sin querer ni lo sabía
mientras horas de los sueños que tenía
por sus labios estaban acompañados
inspirándose en silencio mi escenario
del tomar en una pluma la poesía.

VI
Luego de expresar lo que sentía
en poemas que sus ojos inspiraron,
la esperanza resbalaba de mis manos
pero no del corazón que me latía
cuando sólo su mirada percibía
mientras lento y poco a poco había soñado
que felices nos habíamos amado
para el resto del soñar de nuestras vidas.

VII
Declarando ciertos versos que escribía,
declarando a todo el viento que la amo,
infinito ha sido el tiempo asesinado,
infinito ha sido el roce que impedía
que muriera en solitaria compañía
la belleza destilada en el encanto
de la pluma que inspiraba con su llanto
el deseo de que fuera sólo mía.

VIII
Semejando con sus besos mi alegría,
sobre nubes de un otoño que he encontrado,
a sus pies eternamente enamorado
buscaré bajo su hermosa melodía
el aroma que hace poco descubría
mientras muere silencioso y solitario
el misterio que sus ojos me enseñaron
sumergido en la escultura y la poesía.

Héctor.

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