La Entrega



13/08/95

I
En la tenue luz de cierto cuarto,
en tus dulces brazos de doncella,
brillaban palpitantes las estrellas,
gritaban indomables tus encantos,
al tocarte lentamente y sin descanso
como un barco que en tu piel sólo navega
para ser protagonistas de la entrega
que tu cuerpo suplicaba desde cuándo.

II
En la misma habitación que nos amamos,
en tu pecho que prohibió que te mordiera,
me ocultaba de una tarde pasajera,
me rodeaba del reflejo más liviano,
que probaba lentamente con mis labios
como el roce de la piel de una azucena
para hacer que tu pasión se estremeciera
con el suspiro de tu pecho entre mis manos.

III
En la inmensa soledad de aquel espacio,
en la expresión que dibujaba tu silueta,
se sumergía apasionado tu poeta,
se deslizaba por tu cuerpo tan despacio,
que la tormenta en tu figura fue aumentando
como las veces que he llegado hasta tu puerta
para saber si ante mi amor estás dispuesta
a permitir que sea tu príncipe encantado.

IV
En la misma habitación que ya ocupamos,
en tu pecho que esperó que me durmiera,
descansaba del querer como una fiera,
dialogaba con tu cuerpo y tus encantos,
al amarte lentamente y sin descanso
como un niño que en tus brazos sólo juega
para ser protagonistas de la entrega
que tu cuerpo suplicaba desde cuándo.

Héctor.

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